lunes, 29 de febrero de 2016

Mi vida en veintidos versos.

Me gusta la poesía desde que tengo uso de razón.
Luego la perdí, y empecé a escribirla.

Escribir es como encender la luz para espantar los monstruos,
o mirar cara a cara a la soledad
y decirle que nunca estoy sola
cuando estoy conmigo.
Es el modo de salir ilesa,
la trinchera,
las bragas blancas
como tregua en mitad de la batalla.

Soy la rehén de un verso que siempre está por escribir,
una estrofa olvidada en el bolsillo de un abrigo,
la frase que sueltas justo después de un orgasmo,
siempre esperando en el siguiente renglón
al hombre de tu vida.

No creo que nadie consiga aprender a volar
después de leer mis poemas,
pero estoy segura que al menos,
sabrá que es posible.

Al fin y al cabo,
nadie nos dijo nunca
a qué altura comienza el cielo.

                                                                                                                            Ernesto Pérez Vallejo