jueves, 27 de octubre de 2011

Siempre me gustaron las segundas partes

Suena el despertador, abro los ojos y conmigo despierta el dolor de cabeza. Puta resaca. Me levanto y encuentro restos de lo que debió de ser una gran noche. Cervezas, colillas, besos, caricias, fotos por los suelos, recuerdos por las esquinas. Abro la nevera, necesito comer algo. No recuerdo bien lo que sucedió anoche pero debiste acabar con todas mis energías. Mierda, esta vacía. Vacía, por primera vez mi nevera y yo tenemos algo en común.

Vuelvo a la habitación, quiero perderme entre las sabanas, sumergirme bajo el edredón y dejar el tiempo pasar.
Suena el móvil, un mensaje. “Dejemos que sea nuestro secreto”.  De pronto, se enciende en mi ese algo, esa sonrisa tonta, esa necesidad de recordar cada detalle, cada centímetro de anoche. Ese noseque en el estomago que me lleva a revivir lo sucedido.
Llamada espontanea, cena improvisada del chino, risas, miradas, mas risas. Película oportuna, caricias en las manos, besos en el cuello, susurros al oído, pasión, desenfreno. Crucero por mis sabanas, tour por tus lunares, excursiones por mi piel, viaje a la locura.
Cojo el móvil. Opciones, responder. “Prometo guardar el secreto, solo si se convierte en costumbre”.



No hay comentarios:

Publicar un comentario